miércoles, 4 de noviembre de 2009

Añoranzas

Hace unos dias regresé a lo más recóndito de mí: mis recuerdos de infancia. ¡que raro suena esto! Es algo mucho más simple y vulgar. Regresé por unas horas al pueblo de mis padres, donde pasé los veranos de mi infancia, y al que por circunstancias del destino no había vuelto a dejar asomar mi nariz. Es curioso, voy todos los años, al menos un par de veces. Una de ellas es para estar un rato con mis padres, contarles como me vá la vida, pedirles fuerza, dedicarles un ratito especial allí. Ya sé que siempre estan conmigo, pero el ir a verlos me reconforta de una manera que no puedo explicar, siempre se me caen las lágrimas, pero al menos allí no las contengo.
... que me salgo del tema. Cuando voy, visito a la poca "familia" que realmente tengo. Me encanta llegar a su casa como si no me hubiese ido nunca, como con ellos, charlamos un poco y me vuelvo a mi vida. Pero esta última vez estaba mi prima con su familia, y todo fue diferente. El buen tiempo se hizo nuestro aliado y nos dimos un paseo por el pueblo. Se convirtió en el principio de toda una aventura. Hacía demasiados años que no lo hacía, y el volver a caminar por sus calles fue como trasladarme en el tiempo, cada rincón y cada casa me hacía dar marcha atrás en el tiempo, desde la inocencia de cuando era más pequeña hasta las juergas en las fiestas cuando ya era mas mayorcita... Por el camino fuimos recogiendo a algunas amigas hasta llegar al bar del pueblo, parada obligatoria un domingo por la mañana, vinitos, besos, caras de sorpresa al verme, abrazos, recuerdos... bromas y muchas risas.
La comida en casa con un montón de gente ¡hacia TANTO TIEMPO desde la última vez que hacía algo tan simple como una comida "en familia"!!! No podía borrar la sonrisa de mi cara, y cuando me despedí de todos, me sentía arropada, querida, llena de vida. Supongo que todo esto sonará muy raro, pero cuando tu familia se limita a tu pareja y tu hijo, y a los amigos los tienes lejos, algo tan simple como eso se convierte en algo maravilloso.
No quiero olvidarme de todo lo que sentí, me he dado cuenta que quiero enseñarle a mi enano que tiene una familia, que aunque esté lejos le quieren, que sienta el cariño de todos ellos, que conozca aquellos rincones y que los difrute.
Prometo volver en cuanto pueda para volver a descubrirme a mi misma a través de sus ojos.